Beato Francisco de Pésaro, Ermitaño de la Tercera Orden

Francisco Zanferdini nació en Pésaro, hacia 1270 y fue bautizado con el nombre de Juan; al perder a sus padres siendo joven, después de distribuir a los pobres sus bienes, siguió la regla de la Tercera Orden franciscana. Primero vivió un tiempo en el eremitorio de Montegranaro, en oración y penitencia; luego, deseoso de difundir el culto a la Virgen, regresó a Pésaro y construyó una pequeña capilla en su honor y colocó allí una imagen de la Virgen muy venerada.
Construyó una segunda capilla en Montegranaro y luego fundó en el Monte Accio cerca de Pésaro, un convento, donde transcurrió gran parte de su vida y recibió otras persoans como él deseosas de perfección.
Como ardiente terciario franciscano, no sólo practicaba la penitencia, sino que se dedicaba a las obras de caridad, recogía limosnas para ayudar a los pobres, para restaurar iglesias y hospitales, para ayudar a sus cohermanos.
Curado de una grave enfermedad, quiso mostrar a Dios su agradecimiento yendo en peregrinación a Asís para ganar la indulgencia de la Porciúncula. Al regresar a Pésaro, siempre más deseoso de prodigarse por el prójimo, con su conciudadana Miguelina de Pésaro, también ella terciaria franciscana, fundó en 1347 la cofradía de la Anunciación para la asistencia a los enfermos y la sepultura de los muertos. Aunque atraído por el apostolado de la caridad para con los que sufren y los humildes, de cuando en cuando iba a reponerse en el primitivo eremitorio de Montegranaro, donde el 5 de agosto de 1350 a los 80 años de edad, expiró serenamente, dejando a sus discípulos como testamento espiritual preciosas enseñanzas.
La noticia de su muerte se difundió rápidamente en la ciudad y en los campos, y se reunió alrededor de su cadáver una multitud de devotos en demostración del alto concepto que tenían de su santidad. Su tumba muy pronto se convirtió en meta de peregrinaciones de fieles que lo invocaban y obtenían favores. Después de no
mucho tiempo, por voluntad de los mismos ciudadanos, su cuerpo fue trasladado solemnemente a la catedral de Pésaro y sepultado bajo el altar mayor.
En Pésaro el humilde Beato, el modesto terciario, el ingenuo taumaturgo fue honrado como un gran santo, un personaje popular, émulo del Santo de Asís, cuyas huellas siguió con la diferencia que hay entre el nombre noble y célebre de San Francisco de Asís y el nombrecillo casi burlesco de Cecco, con que los Pesarenses acostumbraban llamarlo.

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