San Bernardino de Feltre

Nació en Feltre, provincia de Belluno, en la región del Véneto italiano, el año 1439, siendo el hijo primogénito del noble y acomodado Donato Tomitano y de Corona Rambaldoni. En el bautismo recibió el nombre de Martín. Tuvo una educación cristiana y muy pronto dio muestras de sus grandes dotes intelectuales. Cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Padua, escuchó un sermón a san Jaime de la Marca que lo decidió a abrazar la vida religiosa. El 14 de mayo de 1456, vencida la oposición de su padre, vistió el hábito franciscano en el convento de Padua, que pertenecía a la Provincia observante de Venecia, y cambió su nombre por el de Bernardino, en honor de san Bernardino de Siena, que acababa de ser canonizado y cuya extraordinaria actividad apostólica prosiguió. Terminados los estudios de teología en Venecia, recibió la ordenación sacerdotal en 1463.

Estuvo dedicado a la enseñanza hasta que, en 1469, el capítulo provincial véneto lo nombró predicador. A partir de entonces y hasta su muerte, no cesó en su apostolado popular e itinerante, recorriendo pueblos y ciudades del norte y del centro de Italia, sin que lo detuvieron los peligros de los hombres ni las inclemencias del tiempo. Era pequeño de estatura y de salud delicada, y arrastraba una tuberculosis que finalmente lo llevó a la tumba; pero asombraba la fuerza interior y la entereza con que anunciaba el Evangelio, promovía la paz y la justicia, combatía la relajación de costumbres y denunciaba los abusos de los usureros. No es de extrañar que se atrajera la enemistad de nobles, gobernantes y prestamistas sin conciencia. En los últimos años de su vida se dedicó, además, a la institución y difusión de los Montes de Piedad que hacían préstamos con bajos intereses a los pobres indefensos, liberándolos así de las garras de los usureros. A los pocos días de interrumpir sus tareas apostólicas por la enfermedad, murió en Pavía el 28 de septiembre de 1494.

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Martín Tomitano nace en Feltre, ciudad perteneciente entonces a la República de Venecia, el año 1439. Educado con esmero, hizo sus estudios de humanidades con gran aprovechamiento y pasó ya adolescente a Padua a estudiar filosofía. Estando aquí escuchó en la Cuaresma de 1456 a San Jaime de la Marca, el cual con su palabra encendida de fuego apostólico causó un fuerte impacto en el alma del joven estudiante. Martín se replanteó el sentido de su vida y se decidió por la vocación religiosa. En mayo de ese mismo año pidió el hábito franciscano a San Jaime, el cual al dárselo le impuso el nombre de Bernardino en memoria de San Bernardino de Siena, y se llamó desde entonces fray Bernardino de Feltre. Antes de profesar los votos, hubo de vencer el joven novicio dificultades interiores (tentaciones, sequedades, etc.) y exteriores, singularmente la tenacidad de su padre en hacerlo volver a casa. Bernardino supo salir vencedor de las pruebas y se mantuvo firme en su vocación. Hizo la profesión religiosa y los estudios teológicos y se ordenó sacerdote.

Su inclinación era la predicación, pero se le objetaba que tenía un defecto de pronunciación. Los superiores no obstante lo destinan a este ministerio y con la ayuda de Dios supera las dificultades y se convierte en un eximio sembrador de la palabra divina por los pueblos de Italia. Llega a atraer tantos oyentes que, no cabiendo el auditorio en los templos, deben darse los sermones en las plazas y descampados. Fustiga los vicios, defiende a los débiles, estimula a todos a la virtud, llama a penitencia. Cuando se le dijo que fuera prudente, contestó que él era predicador, no adulador.

Su tarea apostólica estuvo ligada a la obra de los montes de piedad, pensados como medio de sacar a los pobres de las garras de la usura. Instituyó también en muchos sitios las llamadas «Cuarenta horas en honor del Santísimo Sacramento», siendo también muy notable su devoción a la Sagrada pasión del Señor y a la Virgen María. Su ejemplo personal avalaba su predicación y su ministerio: humilde, mortificado, alma de altísima oración, brillaban en él todas las virtudes cristianas y atraía a todos a Cristo con dulzura y eficacia. Agotado de veinticinco años de apostolado sin tregua, vino a morir santamente en el convento de Pavía el 28 de septiembre de 1494. El culto que se le dio enseguida lo confirmó el papa Inocencio X el 13 de abril de 1654.

J. L. Repetto, en Año Cristiano. IX, Septiembre. Madrid, BAC, 2005, 855-856

Beato Bernardino de Feltre. Sacerdote de la Primera Orden Franciscana (1439-1494). Aprobó su culto Inocencio X el 13 de abril de 1654.

Bernardino nació en Feltre en 1439, hijo primogénito de Donato Tomitano y de Corona Rambaldoni, prima del célebre educador Vittorino de Feltre. El 14 de mayo de 1456 ingresó en Padua a la Orden de los Hermanos Menores. De ingenio precoz, ávido de lecturas, hizo rápidos progresos en los estudios humanísticos, tanto que a los 11 años leía y hablaba el latín con facilidad. Estudiante de derecho en Padua era admirado por todos a causa de la seriedad de su conducta y su inteligencia. Terminado el curso de teología en Venecia fue ordenado sacerdote en 1463. Desde 1469 hasta su muerte no cesó de predicar y recorrió la Italia centro-septentrional muchas veces a pie descalzo en medio de grandes dificultades.

En una sociedad mercantil, en la cual muchos, a menudo con pocos escrúpulos, gozaban de riquezas y privilegios, una gran masa de abandonados vivía en la penuria, agravada por la gran plaga social llamada usura. Los pobres no solamente eran explotados, sino que además eran despojados de sus magras ganancias por aquellos que, poseyendo capitales, prestaban con intereses exagerados. San Bernardino de Siena había entendido bien cómo la "caridad cristiana" se había vuelto "caridad inhumana".

Por esto la usura fue el blanco de Fray Bernardino de Feltre: un blanco preciso contra el cual lanzó todas sus evangélicas y apostólicas flechas, suscitando primero el resentimiento, después inclusive el odio de aquellos que se sentían directamente aludidos. Por esto fue amenazado, atacado, y habría caído mártir de los usureros si muchas veces no hubieran llegado en su ayuda los hombres de armas enviados por las autoridades comunales. También él, como San Bernardino de Siena, era de baja estatura y débil constitución. Se firmaba con el adjetivo de "Piccolino", pero cuando predicaba parecía un volcán.

Pero no bastaba predicar, no era suficiente amonestar, había que ayudar a los pobres contra los explotadores. Fue así como el Beato Bernardino de Feltre propugnó los "Montes de Piedad", una especie de organización bancaria para los pobres, para que no siguieran siendo estrangulados por los usureros, sino que se les prestara dinero contra una modesta prenda, con bajísimo interés. No era gran cosa, pero era importante como inicio de una ofensiva contra la usura, plaga dominante del tiempo. Los Montes de Piedad se difundieron rápidamente y si no extirparon la usura, por lo menos dieron un poco de alivio a los más marginados.

Fray Bernardino predicó 23 cuaresmas en las principales ciudades de Italia y muchísimas otras predicaciones en centros menores. Sus sermones atraían oyentes sin número y se lo peleaban las ciudades más ilustres recurriendo inclusive al Papa para tenerlo. Era predicador vivaz, que dialogaba con el pueblo, contaba chistes, ridiculizaba las malas costumbres de las mujeres, las injusticias de los abogados, las usuras de los explotadores, exhortaba a la práctica de los sacramentos y a la devoción a la Santísima Virgen. Bernardino se encontró sereno con la muerte en Pavía, a los 55 años de edad, el 28 de septiembre de 1494.

G. Ferrini - J. G. Ramírez, Santos franciscanos para cada día. Asís, Ed. Porziuncola, 2000, 316-317

Beato Bernardino de Feltre. Presbítero franciscano. Nació en Feltre (Italia) el año, 1439. Murió en Pavía (Italia) el 28 de septiembre de 1494. Fue beatificado en 13 de abril de 1654.

Nació en Feltre en 1439. En el bautismo recibió el nombre de Martín. De ingenio precoz, ávido de lecturas, progresó rápidamente en los estudios humanísticos, de modo que a los once años leía y hablaba el latín con facilidad. Durante sus estudios de derecho en la Universidad de Padua fue motivo de admiración para todos por su conducta seria y su inteligencia. Ingresó en la orden franciscana el año 1456 en Padua, cambiando su nombre por el de Bernardino, en homenaje a San Bernardino de Siena, entonces recientemente canonizado. Fue ordenado sacerdote en 1463, y desde 1469 hasta su muerte recorrió amplias regiones de Italia predicando, muchas veces a pie, descalzo, en medio de grandes dificultades y oposiciones, aparte ser hombre de constitución débil y estar enfermo de tuberculosis. Predicó 23 cuaresmas en las principales ciudades de Italia. Sus predicaciones atraían a multitud de oyentes.

Eran las circunstancias de una sociedad mercantil en que la usura constituía una verdadera plaga social, que explotaba y despojaba a los pobres con los intereses exagerados de los préstamos. Hombre culto e inteligente, de ideas claras y de sentido práctico, comprendió lo inhumano de la situación, y dirigió los dardos de su palabra precisa contra ese blanco, haciéndose odioso para aquellos que se sentían aludidos por su predicación, que en ocasiones intentaron quitárselo de en medio. Predicaba también contra el lujo y las costumbres ridículas de las mujeres, las injusticias de los abogados; exhortaba al amor a los pobres, a la lucha contra la injusticia, a la práctica de los sacramentos y a la devoción a la Santísima Virgen María, defendiendo la devoción a la Inmaculada Concepción. En la reprensión de la corrupción moral era comprensivo con el hombre, conocedor de las dificultades prácticas que entraña la conversión y el camino de la virtud. Reprende y anima.

Fue también importante su acción catequética, ilustrando los temas de la fe, de las verdades del credo y de la moral. Su doctrina es eminentemente cristocéntrica. Tenía como fin la corrección y guía de las costumbres sociales según los principios evangélicos, para que el hombre pueda ser un ser libre, en el sentido de abierto a la trascendencia y no sujeto a los intereses cortos e inmediatos. Murió en Pavía, a los 55 años de edad, el 28 de septiembre de 1494.

Para ayudar a los pobres contra los explotadores, además de predicar, propugnó y fundó los «Montes de Piedad», una especie de organización bancaria alternativa a los bancos de los prestamistas judíos, para ayudar a los pobres con préstamos a bajo interés, cuidando la redacción de los capítulos por los que había de regirse el Monte. Se difundieron rápidamente, aliviando a los más marginados.

La devoción popular comienza inmediatamente después de su muerte, acompañada por numerosos milagros. La causa de su canonización, emprendida en 1872, no ha llegado aún a su conclusión.

L. Pérez Simón, en Nuevo Año Cristiano. Septiembre. Madrid, Edibesa, 2001, 594-596
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